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ESPAÑA Y MARRUECOS VAN POR BUEN CAMINO

En 2011 España y Marruecos celebraron unas elecciones generales que significaron un cambio político importante en ambos países. El centroderecha tomó las riendas del Gobierno de España y los islamistas del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) gobernaron Marruecos junto con otras fuerzas políticas. Algunos analistas anunciaron negros nubarrones en las relaciones bilaterales tras la derrota del PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero y el ascenso de Mariano Rajoy al poder en España y el nombramiento por el rey Mohamed VI del islamista Abdelilah Benkiran en Marruecos.

 ¿Qué pasará entre España y Marruecos en la nueva etapa?, se preguntaron muchos observadores políticos de ambos países. A estas alturas del año 2014 podemos afirmar que no ha pasado nada, no ha pasado nada malo. Todo lo contrario, las relaciones entre España y Marruecos van viento en popa en el ámbito económico, pero también político.

En su edición del 15 de noviembre de 2011 el diario El País tituló un artículo sobre las relaciones hispanomarroquíes después de las legislativas españolas: “Marruecos teme al Partido Popular”. Según el rotativo madrileño, “Rabat está preocupado por un cambio de actitud en España sobre el Sáhara”. El País tenía sus motivos para señalar esta cuestión, porque el 28 de noviembre de 2010 cientos de miles de marroquíes se manifestaron en las calles de Casablanca contra el PP gritando consignas como “¡Partido Popular, enemigo de Marruecos!”. El entonces primer ministro y líder del Partido del Istiqlal (PI), Abbas el Fassi, se colocó a la cabeza de la marcha.

 Los organizadores del acto callejero aseguraron que el PP fue el responsable de que el Parlamento europeo decidiera abrir una investigación internacional sobre los disturbios ocurridos tras el desmantelamiento del campamento de protesta saharaui de Gdeim Izik, cerca de El Aaiún, y quisieron dejar claro que “lanzamos un mensaje de paz y de amistad hacia el pueblo español, pero de condena hacia el PP”. Antes de esa manifestación ya se habían vivido otros momentos de tensión entre los gobernantes marroquíes y el PP, como cuando Rajoy visitó la ciudad de Melilla, en septiembre de 2010. Hoy, podemos afirmar que las previsiones alarmistas de la prensa no se han cumplido. Bemkiran se lleva a las mil maravillas con Rajoy, el rey de España, Juan Carlos I, visitó Marruecos en julio de 2013, España es el primer socio comercial del vecino del Sur y el segundo inversor. En el ámbito estrictamente político, a pesar de los intentos de algunos halcones españoles y marroquíes, la relación bilateral ha mejorado sustancialmente, ha madurado.

En la actualiad, cuestiones polémicas y sensibles como los enclaves españoles de Ceuta y Melilla y el conflicto del Sáhara occidental, así como la estrategia de emigración, no envenenan las relaciones hispanomarroquíes. Los dos países, a pesar de sus diferencias, parecen haber entendido que se necesitan mutuamente. España, que ha sufrido una terrible crisis económica en los últimos años de la que empieza a recuperarse poco a poco, necesita que Marruecos sea un socio estratégico; y Marruecos, que vive un proceso complejo de cambio económico y social y ha evolucionado políticamente en los últimos años, ha asumido una dinámica parecida. Ya era hora.  Queda mucho por hacer, los problemas pendientes no se han solucionado, pero los dos países no se miran como enemigos, porque no lo son, sino como socios que legítimamente pueden discrepar. Y socios de alto nivel. Los que llevamos años remando en esta dirección, incluso en momentos de crisis muy graves, nos alegramos del salto cualitativo que han dado Madrid y Rabat en sus relaciones.

Ahora quizá quede lo más difícil por realizar: consolidar este cambio cualitativo e impedir un regreso al pasado. Para evitar las tensiones del pasado, en el caso español, se necesita, en primer lugar, que la política exterior con respecto a Marruecos sea una actividad de naturaleza estatal y no esté excesivamente condicionada por el  gobierno de turno. Las potencias occidentales serias así lo hacen. España no tiene la fuerza de Estados Unidos, tampoco la de Francia o Alemania, pero es una potencia de tipo medio y está llamada a desempeñar un papel relevante en el norte de África. Para lograr este reto, Marruecos es un país clave para España. Y para su evolución económica, política y scoial futura, España debe de ser un socio privilagiado para Marruecos, aunque esto no le guste a Francia.

Más que vecinos

España y Marruecos son más que vecinos, y tienen que abordar muchos desafíos y oportunidades,  porque como dicen algunos dirigente del actual partido gobernante, “es mucho más lo que nos une que lo que nos separa”. Las relaciones hispanomarroquíes han sido, son y seguramente serán complicadas en el futuro. Es lógico que así sea entre dos países vecinos que comparten intereses comunes y otros divergentes. Pero entre España y Marruecos no cabe otro camino que no sea el del diálogo y el acuerdo. Desde que España recuperó la democracia a la muerte del dictador Francisco Franco, el 20 de noviembre de 1975, sus relaciones con Marruecos han sido complejas. La etapa de José María Aznar al frente del Gobierno español fue la más complicada. Aznar cometió errores de bulto, se equivocó, pero no tuvo toda la culpa. En Marruecos, algunos políticos y medios de comunicación cargados de odio hacia el vecino del Norte lanzaron  insidias e insultos contra Aznar, su Gobierno, el PP y el conjunto de los españoles. Desgraciadamente, en España, ciertos diarios y emisoras de radio siguieron una pauta bastante parecida hacia Marruecos y confundieron la legítima crítica política con el insulto y los ataques racistas a los marroquíes. José Luis Rodríguez Zapatero mejoró sustancialmente las relaciones con Marruecos. Pero el exjefe del Gobierno socialista no pudo evitar momentos de tensión y tuvo que aguantar las presiones y ataques de círculos sociopolíticos de diversa naturaleza que en España niegan que Marruecos haya experimentado una evolución política y cambios económicos y sociales en los últimos años. Después le tocó el turno a Mariano Rajoy, y de momento lo está haciendo bastante bien con Marruecos. Los dos países tienen que aprender a convivir, abordar los conflictos con madurez y sustituir el enfrentamiento por el respeto y la comprensión. Madrid y Rabat tienen que olvidarse de la funesta manía de querer tener razón al cien por cien. Y si no pueden llegar a acuerdos tienen que evitar la trampa del enfrentamiento y del conflicto improductivo. No ignoro que en España y Marruecos hay fuerzas que no están por la labor, entre otros motivos, porque se sienten cómodas instaladas en la pelea. Esta vez las fuerzas del pasado no deben ganar la batalla.

Paco Soto: ha sido corresponsal en Marruecos de varios medios y considerado entre los periodistas españoles expertos en las relaciones hispanomarroquíes

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