La cuestión de Cataluña y su independentismo se ha convertido en un tema básico para las charlas y conversaciones en nuestra sociedad. Por lo menos, aquí en la zona del norte. Todos con una cierta impaciencia necesitamos saber cómo será el porvenir de Barcelona. El referéndum se ha transformado a su vez en algo que “nos concierne”.
Las posturas de quienes hablan de la cuestión “català” difieren, pero el aspecto en común y que se puede resaltar consiste en un apoyo a los independentistas catalanes y en una cierta dosis de rencor hacia el gobierno central. Esta situación me ha empujado a reflexionarme sobre la razón de este rencor y la decisión de estar a favor de un “bando” y en contra de otro. Para entenderlo, hace falta mirarlo desde el mismo ángulo. Esta postura se basa en dos puntos básicos.
En cuanto al primero, su teorema radica en lo que podríamos llamar el efecto de la “comparación- espejo”, en otras palabras y de una manera directa en el “te toca probar del mismo plato” . Obviamente, se trata de la cuestión del Sáhara. A ese territorio inseparable del mapa de Marruecos, y sobre el que, gran parte de la población española encabezada por personajes públicos ha apoyado su secesión de Marruecos y defendiendo al llamado Frente Polisario. Esta postura refleja el estar a favor de la escisión del pueblo marroquí que para quienes respaldan a los separatistas saharauis “está bajo ocupación marroquí”. Esto empuja a algunos a preguntar ¿por qué el separatismo y la autodeterminación en el caso marroquí es aceptable y para algunos, una reivindicación digna de respetar y en el caso español es desleal y va en contra de los principios democráticos? . No pretendo analizar y legitimar la intención de ninguno de los dos, porque la unidad territorial prevalece por encima de todo. Pero sí, estamos ante un caso de saharauis separatistas que tienen excusas válidas y unos catalanes que actúan desde un fanatismo que pretende ocasionar una crisis patriótica sustentada en una hispanofobia.
El segundo punto que también tiene su rol en empujar a algunos – sobre todo, la clase humilde de la población- a apoyar el proyecto independentista catalán radica en aquel sentimiento de ira y enojo hacia España, bueno, Madrid, gracias a la actuación de sus oficinas diplomáticas. Esta acción no tuvo otra reacción más que sentir aberración hacia esa España más europea y primermundista que cada vez se convierte en el menos simpático vecino nuestro, una España que no tiene remedio en ejercer la superioridad del Norte Versus Sur, potenciando las brechas socioeconómicas y culturales entre aquellos catorce kilómetros de agua salada que nos separan. Esta situación concibe la aparición de una nueva nación como alternativa para acortar la brecha y división Norte-Sur o para no privarles su derecho – a veces a costa- de saltar el charco y trasladarse al norte.
Durante tiempos hemos compartido varias cosas, España y Marruecos, pero muy pocas veces hemos llegado a vivir la misma crisis político-territorial y tener que aguantar sí o sí conjuraciones de fanáticos separatistas que no les conviene seguir viviendo bajo el ondeo de nuestras banderas. Un apoyo mutuo propio de “vecinos” haría falta en similares situaciones. ¡Recuperem el seny !