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Gracias, Marruecos

Rabat nos recibió el domingo 14 con un impresionante chaparrón. Podía parecer un mal presagio, pero viendo lo que sucedió durante el resto de nuestra estancia en Marruecos nada más lejos de la realidad. En efecto, las fuertes lluvias impidieron que el primer partido de la Copa del Mundo de Clubes entre el Real Madrid y el equipo mejicano Cruz Azul pudiera jugarse, como estaba previsto en la capital. El terreno de juego estaba impracticable y tuvimos que trasladarnos el lunes al atardecer a Marrakech, en donde permanecimos el resto de nuestra estancia en Marruecos.

Pasamos, pues, menos de veinticuatro horas en la capital de Marruecos, pero fue suficiente para visitar, con mejor tiempo, los lugares más emblemáticos, como la Kasbah de Oudaias, la Torre de Hassán y el Mausoleo de Mohamed V. Y, sobre todo, para empezar a sentir el enorme afecto de los hinchas del Real Madrid por todos los que integrábamos la expedición.

En Marrakech jugamos la semifinal contra el Cruz Azul en un Estadio con una capacidad para unas cuarenta mil personas. Las gradas estaban casi llenas, ocupadas muy mayoritariamente por madridistas marroquíes, los cuales desplegaron ante del comienzo del juego una enorme pancarta que decía que estábamos en nuestra segunda casa. Y así fue. Durante todo el encuentro no se cansaron de animarnos, al tiempo que disfrutaban con la buen partido que jugó el equipo.

Durante los días siguiente los jugadores siguieron entrenando para preparar la final y llevaron a cabo sesiones de firmas de camisetas al que acudieron numerosos aficionados. Especialmente significativo fue la reunión del Presidente Florentino Pérez con las peñas madridistas de Marruecos, en la que cantaron con entusiasmo la canción de su paisano Red One conmemorativa de la Décima Champions League.

La ciudad de Marrakech no tardó en llenarse no solo de madridistas españoles, sino también de argentinos admiradores del San Lorenzo de Almagro, los cuales se hicieron notar con sus camisetas blaugranas, sus cánticos y su ejemplar comportamiento. Ambas aficiones dejaron patente todo lo bueno que tiene el fútbol cuando se toma exclusivamente como lo que es: un evento deportivo festivo de sana rivalidad y mutuo respeto entre los contendientes implicados.

Como se sabe, la final la ganó el Real Madrid, pero el San Lorenzo no dejó de dar la cara durante todo el partido, animado constantemente por su cantarina afición. No hubo ni un solo incidente. El juego fue más intenso que de calidad, pero creo que todos los madridistas debemos hacer público nuestro profundo agradecimiento al pueblo marroquí por los bien que nos acogió, sus finos olores, su luz, los espléndidos manjares que puso a nuestro alcance, la belleza de sus rojizos monumentos y, sobre todo, su profundo amor al Real Madrid. ¡Gracias, Marruecos!

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