Matar soldados de Bachar el Asad o ejecutar en público a hombres arrodillados e indefensos en las plazas públicas de Al Atarib, localidad siria de unos 35.000 habitantes situada a 30 kilómetros de Alepo, no es suficiente. Algunos hombres del Estado Islámico de Irak y Levante (ISIL), el sanguinario grupo islamista enfrentado a Al Qaeda, se exhiben en restringidos foros yihadistas con un nuevo trofeo que alimenta su propaganda de odio y terror: las cabezas degolladas de sus víctimas.
Analistas de la policía española y de otros servicios de inteligencia europeos han identificado, al menos, a dos de estos coleccionistas de cabezas. Uno de ellos es Mohamed Hamduch, Kokito, de 28 años, vecino de Castillejos, una localidad marroquí situada junto a la frontera ceutí de El Tarajal, y casado con una española. El barbudo Mohamed viste una túnica gris, posa ante la cámara arrodillado junto a cinco cabezas humanas, esgrime en su mano derecha un cuchillo ensangrentado y levanta el dedo índice de la otra en señal de advertencia.
Asia Ahmed Mohamed, la novia de Kokito, ha abandonado Ceuta, viajado a Siria y se ha encontrado con él en uno de los campamentos del ISIL en Al Atarib, según aseguran sus familiares. La pareja se ha casado allí, esperan un hijo y ella se ha comprometido con la yihad. “Durante la ceremonia él le regaló un cinturón de explosivos”, asegura un mando policial español consultado. “Que sepamos hasta ahora los dos siguen vivos”, añade. Un hermano de Asia, al que le llamaban El Esponja, reclutado también en Castillejos, murió combatiendo en Siria.
Antes de viajar a Siria Kokito regentaba un comercio de ropa en el zoco de Castillejos y se paseaba por las calles del barrio ceutí de El Príncipe, a cinco minutos en coche de esa localidad marroquí, donde captó a algunos jóvenes para que compartieran con él su aventura yihadista. Por la noche se reunía con un grupo de acólitos takfires, el clan más clandestino del salafismo, y planeaba su unión al ISIL.
“Es un adicto de la informática y pasaba horas muertas en su portátil. Estamos seguros que su radicalización se produjo por Internet”, asegura una persona próxima a su familia que lo califica como un joven “ejemplar”. “Llamó a su familia para decirles que estaba en Siria. Suele contactar con ellos y les ha dicho que dirige una katiba (brigada) y que le han nombrado miembro del Consejo Islámico”, afirma esta fuente.
Kokito fue reclutado para la yihad por Mustafá Maya Amaya, de 51 años, detenido por la Policía el pasado mes de marzo en Melilla, un paralítico que desde su silla de ruedas, frente a un ordenador portátil y a espaldas de su mujer envió a Siria, Malí y Libia a decenas de yihadistas procedentes de varios países de Europa. A partir de 2012 una red de ojeadores de Al Qaeda reclutó y envió desde Ceuta y Castillejos a alrededor de 70 personas a Siria, en su mayoría marroquíes. De los nueve jóvenes ceutíes que se unieron a la yihad, primero en las filas del Frente Al Nusra, asociado a Al Qaeda, y luego al ISIL, al menos seis han muerto en combate o misiones suicidas. Al menos dos de ellos han causado centenares de víctimas.
Las terribles fotografías de Kokito son un nuevo aviso del ISIL, el grupo yihadista que controla varias ciudades de Siria e Irak, según interpretan los analistas consultados. “Entran en los pueblos y los arrasan. No hay contemplaciones con sus enemigos. Las cabezas degolladas son elmensaje para que la gente sepa que les va a pasar si se oponen a sus objetivos”, afirma un responsable de la policía española experto en terrorismo islamista. “En Siria los yihadistas están cometiendo atrocidades superiores a las que habíamos visto en otros conflictos”, apostilla.
El comerciante de Castillejos que posa con su cuchillo ensangrentado y sus trofeos no es el único carnicero de la yihad siria, la Policía ha identificado, también, al iraquí Khalid Abdel Rahman, un yihadista que residió en Holanda. Khalid ha colgado en páginas de exaltación terrorista fotografías en las que aparece de pie, con uniforme de combate y sosteniendo dos cabezas; y arrodillado y sonriente junto a otras cinco colocadas a sus pies.
Los jóvenes ceutíes y marroquíes que se han unido a las huestes del ISIL en Siria están siendo entrenados por tipos como Kokito , el iraquí Khalid o un tunecino identificado por la Policía española que mata a sangre fría y ejecuta a sus víctimas en plazas públicas de Al Atarib, un pueblo montañoso. rodeado de olivos y cultivos de trigo y algodón.
EL PAÍS desveló un vídeo de 12 minutos de duración en el que este hombre alto y delgado coloca a siete de sus víctimas de rodillas frente a decenas de personas—muchas mujeres y niños—y participa en su ejecución junto a una decena de miembros del ISIL tapados con capuchas y armados con Kaslasnikov. El tunecino ha sido identificado porque bajo su pasamontañas llevaba un collarín blanco. Mustafá Maya, el reclutador inválido detenido en Melilla, reconoció al fiscal de la Audiencia Nacional Marcelo Azcárraga que trataba con el hombre del collarín . “Si, lo conozco, es un hombre bueno que ama el islam”, respondió durante su interrogatorio judicial.
La extrema violencia de Mohamed Hamduch, Kokito, no ha sorprendido a los que le conocen. “Se ha vuelto loco, pero antes ya lo estaba”, asegura un joven de El Príncipe que pide el anonimato. Laarbi Mateis, dirigente del grupo Jamaat Tablight, que controla la mayoría de mezquitas ceutíes condena la brutal propaganda del ISIL: “eso no es yihad, ni guerra ni nada. No se puede jugar de ese manera con los cuerpos de las personas. El profeta dijo que hay que respetar a un muerto más que a un vivo”.
Kokito tiene una cuenta en Twiter que ha controlado la Policía. “Algún día volveré a mi tierra a hacer la yihad”, aseguró en unos sus mensajes. El matarife del ISIL anuncia su regreso, pero en Ceuta y Castillejos muy pocos lo creen. “Es carne de cañón”, augura una amiga de su esposa.